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Alfonso Abelenda

Nacido en el seno de una familia de tradición artística, asiste en A Coruña a las clases de Antón García Patiño hasta 1949, año en el que se matricula en la Escuela de Arquitectura de Madrid. Allí se inicia como pintor, asistiendo a las clases de Gutiérrez Navas y estudiando estatua y lavado en el Casón del Buen Retiro.

En 1954 realiza su primera exposición en la librería de «Lino Pérez» de su ciudad natal, con un éxito considerable, al mismo tiempo que forma grupo con los pintores Labra, Lago Rivera y Tenreiro; colaboradores habituales de Atlántida, revista que supone una tentativa pionera de afirmación vanguardista en un contexto opresivamente provinciano. Cumple el servicio militar en Marruecos, exponiendo en Tetuán, Tánger y Rabat. 

En 1959 se traslada a Santiago para estudiar Ciencias Exactas y comienza a colaborar como dibujante en «La Codorniz», formando grupo con Ballesta y Puig Rosado entre otros. Viaja por Europa, exponiendo en Londres y París a principios de los 60 y participa en la histórica colectiva de artistas gallegos promovida por «O Galo» en Santiago de Compostela. Se establece después en Madrid donde se dedica a compaginar trabajos de diseño decorativo para las ferias mundiales de Bruselas y Nueva York y para la fábrica de porcelanas Bidasoa, entre otros.

Su incursión en el humor gráfico, actividad que le ha reportado enorme prestigio, es cada vez mayor. Dentro de esta faceta creativa recibe en 1968 la primera medalla del Salón Nacional de Humoristas.

Retorna a Galicia a mediados de los 70, donde al poco tiempo comienzan a rendirle tributos y homenajes.

En 1973 publica un libro muy curioso de marcado carácter satírico: «El Abelendario».

Su obra, en principio de marcado tinte expresionista, de imágenes deformadas y violento colorido, sigue los derroteros de una evolución en la que es muy importante su actividad como dibujante humorístico y satírico. Esta visión deformante, distorsionada y agridulce de la realidad la aplicará a sus óleos y a sus relatos de fuerte expresividad cromática y formal. En estos últimos años el paisaje, con predilección por los rincones urbanos cercanos al mar, se ha convertido en un tema habitual. Con un lenguaje formal sintético, de pincelada rápida y llena de materia, construye sus objetos, edificios, barcos y gentes.

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